En "El gran
simulador", Néstor
Frenkel visita al admirable,
aristocrático y muy explicativo artista de una sola mano René Lavand. Ya la televisión
lo ha entrevistado alguna vez en su cabaña de troncos rodeada de árboles al pie
de un cerro tandilense. Pero el cine permite una visita con más tiempo, más
tranquila, ideal para el caso.
Así podemos verlo, ya de 88 años, calentando la
mano en su laboratorio. Explicando la evolución de sus actos y su naturaleza de
lentidigitador, en contraposición al común de los prestidigitadores. Evocando a
los grandes de la poesía, la música y el pensamiento, no para mostrarse
ilustrado, sino por sincera inclinación hacia el aprendizaje y la enseñanza. O
repasando viejas fotos, tarea que también hace su esposa con especial
admiración y cariño. Y recibiendo al amigo Rolando
Chirico, creador de las historias que habrán de envolver y sublimar sus
actuaciones. Juntos estudian una de ellas.
Lo vemos también manejando él solo su auto para
hacer una compra muy particular, calentando la copa de vino y miel para su
garganta, asistiendo a sus discípulos, visitando a la doctora que atiende los
avances de su artrosis, justo donde más duele, soportando el fastidio cotidiano
de un número equivocado y unos aduaneros que "pierden" los regalos.
Tal vez una de estas cosas sea falsa
En resumen, muy buen retrato de un hombre famoso
por su manejo de la mano izquierda, sus relatos llenos de misterio, cultura y
poesía, su ejemplo de superación personal tras el accidente que tuvo cuando
niño, su altivo despojamiento camino hacia la esencia del engaño más sincero, y
su frase desafiante: "¡No
se puede hacer más lento! O tal vez se pueda".
La película no es nada lenta, sino calma,
estudiosa, y provoca unas cuantas inquietudes: ¿cómo mostrar la verdad de quien
ha creado en sí mismo un personaje? ¿qué es mentira o fantasía? ¿Qué realidad
sostiene a la ilusión, y viceversa? Y si tenemos aunque sea una respuesta
provisoria, ¿cómo se la explicamos a los demás? En eso Lavand, que debió
aprender solo porque no había ningún libro de cartomagia para mano izquierda,
ya ha publicado cinco libros técnicos y una autobiografía.
Daniel Castro cuenta su historia con modestia,
con un lenguaje sencillo, pulcro, de narrativa sintética y precisa articulada
en base a una serie de planos fijos que, ocasionalmente, logra cuajar alguna
imagen memorable (el protagonista durmiendo en un banco en la calle, arropado
con un poster de Annie Hall) o dejar
aquí y allá pequeños gestos de melancolía, trazos de una poesía genuina y tristona
que contrasta con las muchas risas que encierra la película. Porque lo
fundamental es eso, que la película es muy divertida, básicamente por la gracia
natural de Castro, pero también por contar con algunos secundarios (la escena
con Víctor García León es impagable) realmente inspirados.En el marco del festival fiacid
la sede cine arte uvk Larcomar, están proyectando varias películas en
competencia internacional, empezaría por decir que la selección ha sido
variada, una película muy peculiar es la española:
Gisella Gastiaburú Barthé
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