
Camille es una
actriz de cuarenta años. Vive un romance apasionado con el alcohol y un romance
frío y fracturado con el que alguna vez ha sido el hombre de su vida. El
recuerdo de su difunta madre y la relación con su única hija, son dos puntos
claves en la historia, que da un vuelco inesperado cuando sufre un desmayo en
plena celebración del Año Nuevo. La directora entrega su obra más personal con dotes de
vitalidad y energía prolija. Jugando con
la magia de volver a la adolescencia y poder cambiarlo todo.
Pero dentro de este paradigma, donde la realidad y la fantasía se entremezclan
con tanta naturalidad, ese atractivo que destila el modo de narrar es algo que
se agradece. Después de todo, esta comedia en particular no explora territorios
vírgenes, ni da respuestas revolucionarias a los grandes misterios que esconde
el acontecer histórico, o que esconde algo tan pequeño pero significativo como
un átomo, sino que intenta reutilizar la tierra para el cultivo antes que sea
demasiado tarde. Sin ofrecer nada nuevo, podemos ver un film para el publico
divertido en medida de lo que el espectador probablemente quiera ver.
Gisella Barthé.
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