La historia de
un joven trabajador mexicano atrapado de repente en un enredo con varios kilos
de cocaína de por medio tiene sí momentos que de tan logrados destacan de más
entre el resto de la narración. Sin embargo, hay que resaltar que esos momentos
son aquellos en los que los ya escasos diálogos de esta película son
prácticamente inexistentes, aquellos en los que la fotografía (o los acentos
visuales de la cámara de Lorenzo
Hagerman) nos desatascan de las actuaciones típicamente estáticas y que
hacen parecer erráticos a los actores de Escalante.
El impacto visual antes que generar
reflexión que, por otro lado, choca de frente con la invalidez emocional de sus
personajes que, a manera de remate, deja marca con esa eterna mirada al
horizonte (incluso en interiores) con que Escalante castiga siempre a sus personajes.
El impacto visual antes que generar reflexión
que, por otro lado, choca de frente con la invalidez emocional de sus
personajes que, a manera de remate, deja marca con esa eterna mirada al
horizonte (incluso en interiores) con que Escalante castiga siempre a sus personajes. La
historia está ahí, la narrativa cinematográfica se hace presente a veces de
manera interesante, pero justo por la invalidez emocional mencionada es que al
final de Heli, cuando el
enredo se encuentra en su momento más candente, Escalante suelta a su protagónico y lo hunde en
un mar de reflexiones frente al televisor que podrían ser interpretados (junto
con la famosa escena de la tortura) como metáforas mal desarrolladas o
demasiado sutiles para dejar, ahora sí claro, su punto de vista. “Esclavo y amo” es el tema de la
película en voz de los pasteles verdes (grupo peruano) tono pop casi tétrico Sin embargo, después del
final desorientado de Heli, la canción define esos dos trozos de la
película, el certero, interesante y doloroso planteamiento, contra un desenlace
que personalmente no encaja, que se dispersa en ese horizonte gris en que Escalante acomoda a sus personajes maltratados.
Es una película dirigida por Sebastían Leilo ,
cuenta la historia de Gloria una mujer de 58 años solitaria que sus hijos ya
crecieron y ella intenta vivir las noches vacias buscando algún amor pasajero
que compense su soledad. Es ahí que conoce a Rodolfo un hombre de 65 años con
quien vivirá un intenso romance, pero se complica con la sofocante relación que
mantiene este con sus hijas y ex mujer. Es asi q ue Gloria tiene que recontruir
su entrada a los 60 años. Hablar de Gloria, es referirse a la nueva
heroína de una generación revolucionaria; pero a la vez callada ambigüedad pero
real: Gloria nos muestra una soledad que complace, nada es gratuito en esta
película. Es la puesta en escena de la complejidad de los afectos y las
emociones entramadas en ellos; en la discusión intelectual, en el lenguaje
cinematográfico, en la belleza de las imágenes. Planos cuidadísimos que, sin
llegar a evidenciar un formalismo de texto, están grácilmente integrados al
mundo de la protagonista y su historia.
La película se desenvuelve en imágenes
que son extensiones de Gloria: colores, olores, revelaciones de los detalles
que significan todo. Bajo la mirada de Gloria crecer no tiene límites, y el viaje
sobre las inseguridades e inconsistencias vitales trasciende toda juventud
física. el secreto de Gloria sea
esa revitalización del viejo proceso de identificación. Sebastián Lelio nos
presenta un personaje con aristas, con profundidad y textura, al que le
creemos, con el que queremos luchar, por el que podemos llorar. Un
personaje femenino que nos mira de frente, sin envoltorios de fantasioso
misterio. Hay aquí un carácter memorable del que luego de la película, en la
calle, podemos acordarnos como si fuera una amiga/madre real. El final de la
película con música de Gloria y su baile solitaro entre la multitud de la gente
en esa fiesta resume el film intensamente inolvidable.
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