El cineasta,
guionista y dramaturgo cordobés Santiago Loza participó del festival, como lo
hiciera años anteriores con Extraño (2003), ganadora del premio a
la mejor película en los festivales de Rotterdam y 3° Bafici; Ártico (2008);Rosa Patria (2009), premio especial del jurado en
9° Bafici, y Los Labios (2010), codirigida junto a Ivan Fund,
que recibió el premio a la mejor dirección en el 10º Bafici. Su prolífera y
premiada carrera da cuenta del lugar que supo ganarse dentro del cine nacional.
Ahora se encuentra en competencia oficial del 17 festival de Cine de Lima.
La historia es
intimista y familiar, sobre Lizo; que empieza con un primer plano de el, frente
a él una enfermera lo despide; a la salida se muestra a unos adres tensos a la
espera de la salida del hijo y se denota que Lizo que
fue dado de alta de una institución psiquiátrica. Liso pertenece a una familia
de clase media alta, con una amplia y confortable casa con jardín, sin ninguna
necesidad económica que lo apremie, y con una moto de regalo que lo espera.
Bajo ese contexto, de protección y aparente statu
quo, Liso deberá encauzar una nueva etapa
de su vida. El film se divide en ocho capítulos. Cada uno de ellos representa
una secuencia de la historia del joven en relación a sus vínculos y a su
nueva etapa. Lo que resulta inminente y cuasi tangible es esa búsqueda
del tiempo perdido, del espacio abandonado. Como si se hubiese detenido,
quebrado. Hay una ruptura temporal y espacial en el interior de un personaje que
se muestra algo aislado, intranquilo por momentos, sosegado, en otros. Liso
deberá encauzar su cotidianidad para hallar la calma para su alma y sus
fantasmas. Santiago Loza consigue generar un tono intimista y cálido en cada
una de las escenas. Está junto a Liso en cada encuadre, lo contiene y nunca lo
abandona a la suerte de sus planos. La armonía del relato simula la calma que
anhela el personaje. Y ese es uno de los mejores logros de La Paz. Desde los primeros planos hasta la sobriedad de su
puesta en escena, todo da cuenta de cierta soledad, del dolor escondido y de
las falencias presentes, aún en un seno familiar, donde todo parece armónico y
perfecto. Sin duda, la película
logra hacer notorios esos hilos transparentes de las relaciones humanas que nos
vinculan desde muchos lugares del afecto.
Empezando por decir que verla por primera vez
en pantalla grande fue una emoción y ver al final como a lleno total el público
del cine arte de larcomar aplaude fue sensacional. Psicosis
es la película cumbre del director Alfred Hitchcock, obra maestra absoluta que no lo
parece a aquellos que sólo son capaces de aplicar su entusiasmo a grandes
historias con grandes personajes, grandes diálogos y grandes lecciones de vida.
Una peliculita barata, en blanco y negro, sin "estrellas", con una
trama macabra, con un crimen brutal, ¿cómo va a ser una obra maestra? Pero lo
es porque el que moldea la arcilla es un maestro.
"Psicosis" es cine en estado puro.
Hitchcock se vale de la pureza del cine para hablar de la impureza y sus
consecuencias. Hitchcock podría fácilmente ser tildado de moralista, si no
fuera que se disfraza de "mago del suspense". Su mirada puede ser
ardua porque no habla a través de sus personajes, que nunca son arquetipos o
modelos, sino a través de la construcción formal de su obra. Hitchcock dice
mostrando, por eso hay que atender al cómo. Hitchcock nos lleva a un parque de diversiones
para descubrirnos de pronto la mancha del pecado. Y en esa mancha todos estamos
implicados (como lo muestra claramente en, v. gr., "Stage fright").
Todos los temas hitchcoquianos están en este
film, que anticipa el mundo a partir de los años '60 creando el videoclip -que
no otra cosa es la escena de la ducha-, pero dándole un sentido negativo. El
videoclip como la visión de un alienado (Norman Bates) y que hoy es el lenguaje
establecido para desquiciar a los espectadores de todo el mundo. "Psicosis" es una de las películas más
perfectas de la historia del cine.
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