miércoles, 16 de julio de 2014

Critica: Circulos, de Srdan Golubovic

Estamos en 1993, en Trebinje, Bosnia-Herzegovina, en pleno conflicto yugoslavo: el fanático Todor y dos soldados serbios más, intentan linchar en la plaza del pueblo al bosnio Haris, el encargado del quiosco de prensa y tabaco. Marko, otro militar serbio, y su amigo, el médico Nebogsa, son testigos de la pelea. Marko se dispone a intervenir para evitar el asesinato… Sabemos que algo terrible ha ocurrido, pero el director nos deja con el suspense y da un salto hacia adelante. Doce años más tarde, en tres lugares distintos se vuelven a encontrar las víctimas del suceso y los agresores o sus familiares: la novia y el padre de Marko; la viuda y el hijo de uno de los militares que ha fallecido en la guerra; el doctor Nebogsa que ahora tiene en las manos a Todor, gravemente herido en un accidente de coche; Haris, que puede saldar la deuda contraída con Marko, pero que tendrá que volver a poner su vida en peligro,… Todos se vuelven a encontrar, como decimos, pero en circunstancias totalmente diferentes. El círculo de las relaciones, abierto ese día en la plaza de Trebinje, se dispone a cerrarse entre ellos. 

Un guión muy atractivo que suele jugar a favor de cualquier filme, si además está bien realizado, bien llevado desde la parte técnica —ahora veremos—, y bien interpretado, el éxito es casi seguro. Es el caso de Circles: el director serbio utiliza el buen recurso de guión de dejar sin finalizar la primera secuencia para lograr que el espectador se pregunte, durante la primera parte de la película, ¿quiénes son los nuevos personajes que aparecen en la historia?, ¿qué relación tienen con el suceso?, ¿qué pasó exactamente en Trebinje?, ¿cómo se comportarán agresores y víctimas después de tantos años? Mantener al espectador enganchado es un activo importante, pero es un arma de doble filo: hay que explicarlo bien todo. No podemos asegurar si la trama queda suficientemente clara, sin ningún cabo suelto, dado el murmullo en la sala, con las preguntas anteriores y alguna más. Para nosotros sí queda bien expuesto y, por tanto, suponemos que para el resto del público también. Desde luego, lo que consigue Golubovic es dar lugar al comentario y a la discusión, algo que siempre es bueno al salir del cine.


Si la parte argumental es destacable, no lo es menos la puesta en escena y los encuadres de transición que el realizador serbio fotografía: son planos generales de los personajes siempre delante de alguna fachada castigada por los años, las crisis y las guerras, o por muros desconchados, todo para recordar el duro entorno y el rencor que planea todavía por las ciudades balcánicas. También la música cumple el mismo objetivo, el de acompañar al drama y enfatizar el perdón; cuando éste por fin llega. Guión, recursos técnicos y más que correctas interpretaciones ; basada en hecho reales, adolece del mismo defecto de casi todos los largometrajes que vienen de la antigua Yugoslavia: insistir siempre en el mismo tema. Comprendemos que la guerra esté todavía muy presente y que la reconciliación es algo necesario, incluso urgente (la película, de hecho, es una coproducción serbio-croatra-eslovena), pero dado el talento que demuestran los directores de esta generación, nos gustaría ver otro tipo de cine. Suponemos que con el tiempo así será. 


Gisella Barthé

No hay comentarios:

Publicar un comentario