domingo, 16 de agosto de 2015

Un texto sobre EL CLUB de Pablo Larraín, ganadora del APRECI en el marco del 19 Festival de cine de Lima




El Club” de Pablo Larraín
 El Club, es la actual ganadora del premio APRECI en el marco 19 Festival de Cine de Lima.

 La película nos presenta una mirada potente sobre lo retorcida que puede llegar a ser una convivencia así, con una atmósfera lúgubre que abstrae las mentes de los que la habitan, que por cierto, cometieron crímenes de abusos y pederastia.
Resultado de imagen para el club de pablo larrain El film nos muestra un universo mistico:  la playa, un pueblito y su atardecer, densas nubes invernales. Desde el inicio vemos que a través de la fotografía de Sergio Armstrong, se nos invita a encerrarnos en cierto onirísmo de aquel lugar y los personajes que lo habitan, en donde la casa-refugio pasa a ser un mundo dominado por el contraluz y la presión simbólica de ver a tanto personaje revuelto en un espacio tan pequeño. No se escatima en nada al querer mostrar cada detalle de la casa dominada por tal ensoñación.
La crueldad silencio, lleno de paranoia y perversión son el eje de un guión retorcido en el buen sentido de la palabra. Con actores exepcionales: en especial Antonia Zegers (La única mujer en ese entorno es la hermana Mónica) cuidadora y, a la vez, carcelera y cómplice en la protección de los religiosos, quien ha asumido esa labor como una prolongación de su propia identidad, al punto de internalizar las reglas de reclusión como una letanía que repite a cada nuevo integrante de la casona, seguidos de Alfredo Castro (el padre Vidal-abusador de menores), Alejandro Goic (el padre Ortega- participó en adopciones ilegales), Jaime Vadell (el padre Silva) por sus vínculos con organismos de represión de la dictadura, Alejandro Sieveking,(el padre Ramirez, es un sacerdote viejo y senil que lleva décadas allí y ni siquiera recuerda ya las razones que lo distanciaron de la práctica sacerdotal).
Por éste aspecto, entre otros, podría decirse que la narrativa de Larraín recurre aquí a formas más convencionales que en sus filmes anteriores. Desde luego, que este sea una narración colectiva, a diferencia de sus obras anteriores en las que pesaba la voz de una sola conciencia, obliga a un narrador omnisciente y en esas derivadas es posible un relato más conciso y el uso de mecanismos más tradicionales como el montaje paralelo que corona el clímax y que Larraín no había utilizado anteriormente con ese grado de intensidad.
EL CLUB, no llega a ser una película perfecta es porque a ratos abusa de sus propios énfasis, especialmente los sonoros, una debilidad que opera sobre todo en esa secuencia nocturna en donde los protagonistas se transforman en ángeles de la muerte y donde la intensidad de las imágenes no requerían subrayados adicionales.



Gisella Barthé

No hay comentarios:

Publicar un comentario