La ópera prima de Diego Ros, se maneja
entre el realismo del absurdo y el contexto oprimente y violento,
cambiando en una noche la vida de Salvador.
Este filme de autocrítica, que sin juicios estudia la pasiva complicidad
de los bienintencionados, resulta un importante eslabón en la abundante cadena
de películas mexicanas que denuncian el crimen y la corrupción.
Esta premisa en la historia, empieza algo lento pero de
manera correcta, la interesante lectura, y esa forma sutil pero contundente de
abordar los problemas de inseguridad que afecta la sociedad mexicana en la
actualidad, fue lo más interesante a lo largo del filme.
Pero tener a Salvador, el protagonista como un guardia de seguridad inocente
e ingenuo, que se esfuerza por laborar de la manera mas correcta, llama la
atención, quizás positiva o negativa a la vez, acostumbrados a ver en la cinematografía
mexicana personajes negativos y desagradables, congenia con su compañero un
vigilante marginal que genera entre los dos un conflicto de formas de ver la
vida.Asimismo el realizador hace desfilar por la inmensa construcción, a personajes secundarios como una prostituta, vagabundos y niños fugitivos quienes añaden fuerza a un misterio que al final queda inconcluso como la obra negra en la que suceden las historias. Y quizás esta atmosfera de puesta en escena es lo mas resaltante, esos desolados corredores del lugar forma un personaje mas en el austero elenco.
La película nos plantea un encadenado de conversaciones absurdas, que divagan en la noche de aquella inmensa fábrica, donde puede suceder todo lo absurdo que puede ser una realidad; como una bala perdida que puede cambiar el rumbo de una noche.
El vigilante es el resumen del filme austero, absurdo, con ciertos matices de cine negro, pero irregular en su concepto estético narrativo, quedando un vacío en el pensamiento.
Gisella Barthè.
Viernes 11 de Agosto - Sala Roja (CCPUCP) 4:45pm.
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