Momentos clave: el encuentro -desencuentro- entre los jóvenes estudiantes digamos revolucionarios y los obreros. Los obreros dicen de ellos: “nuestros futuros patrones”. Otro momento: una mujer, trabajadora de una fábrica, protestando por la claudicación, por el fin del sueño, por la infame vuelta a la normalidad. Por la pervivencia de la infame explotación. Otro momento: un hombre que afirma de sí que no es un intelectual, y que no lo es por tener un trabajo que no le deja tiempo para nada, es decir, por pertenecer a otra clase social. ¡Los que no tienen voz ahora hablan! De la realidad del ‘orden social’, de la verdad de la lucha de clases, de su esperanza, de su dolor.
Patético lo de ‘la cara’ de Mayo del 68, Cohn-Bendit, auspiciado por Paris Match en su viaje-huida a Berlín.
Recuerdo una frase de Dante (que no aparece en la película): “Ningún dolor más grande que recordar en la miseria el tiempo feliz”.
En efecto, Mayo del 68 dejó alcohólicos, drogadictos, locos suicidas y políticos tradicionales, entre quienes sobrevivieron (o no) a la experiencia.
Si la película me deja, sin negar su estatura, la sensación de un hueco en ella, y en mí, tal vez sea porque queda una tarea ineludible AHORA, y no en el intenso antes del que habla el director.
Mario Castro Cobos.
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